De visita a Madrid
Como he sido buena, mi propio me ha llevado a Madrid. A servidora Madrid la encanta, pero hacía varios años que no iba.
Los madrileños y las personas que viven en Madrid me dan la sensación de estar muy acostumbrados a ver las cosas y personas más variopintas sin inmutarse. Servidora opina que es la ciudad española que acoge más raros por metro cuadrado, pero a su aire, sin meterse con nadie. A una persona como yo
que nació y vivió en un pueblo pequeño y después en una ciudad no muy grande le produce una enorme sensación de libertad. Opino que es algo de lo que pueden ufanarse los madrileños.
Por otra parte, pienso que algo malo tienen que haber hecho últimamente los madrileños para merecerse, en tromba, la cantidad de obras públicas, todas juntitas que les ha llovido del cielo. Al entrar en la ciudad piensas si habrá sucedido algo terrible de lo que tú no te has enterado, Me pareció que incluso están modificando el curso del río. Esperemos que sea para bien.
Siempre que visito la ciudad hay dos clásicos a los que dedico la mayor parte de mí tiempo: El Jardín Botánico y el Museo Geológico y Minero.
Posiblemente por haber nacido en un pueblo y vivido por tanto en el campo, el mismo siempre me pareció que era un sitio al que se iba a trabajar o a comer la tortilla mientras las moscas y los mosquitos te comían a ti y todo lo relacionado con él me resultaba poco agradable.
Al Botánico llegué como consecuencia de haber leído el Malleus maleficarum, (El martillo de las brujas, para golpear
a las brujas y sus herejías con poderosa maza) con la idea de ver alguna de las plantas que utilizaban las brujas
para sus ungüentos. Fue un amor a primera vista . Desde aquel día siempre que paso por Madrid el Botánico es visita obligada, y mi relación con la naturaleza ha cambiado completamente. Ahora dar grandes paseos por el campo para conocer la flora se ha convertido en algo habitual. Me encanta conocer la mayor cantidad posible de plantas y sus propiedades medicinales, aunque nunca se me ocurriría utilizarlas como medicamentos. Las carga el diablo.
Cuando visito el Geo-Minero suelo hacerlo en visitas cortas, hay tantas maravillas que me cuesta mantener la
atención en algo, voy de un sitio a otro queriendo verlo todo a la vez. Algunos fósiles si los hubiera visto en otro lugar hubiera pensado que eran sintéticos de perfectos que son. Es un museo que me impresiona tanto el contenido como el continente.
Me ha llamado muchísimo la atención las tiendas dedicadas a la venta de jabones, tienen un aspecto tan bonito y unas formas tan variadas que más que para lavarte parecen para comer. También estuve en una tienda sólo de chocolates ¡que difícil es elegir cuando hay tantos¡ siempre piensas que a lo mejor el más bueno es el que estaba al lado.
Me dio tiempo para tomar el estupendo vermú de grifo, acompañado de cosas ricas y de comer en un restaurante
muy moderno, de esos que parecen orientales, servidos por camareros/as de diversas nacionalidades y degustando unos exquisitos platos muy diferentes a los habituales, todo muy cosmopolita.
Mi propio me ha prometido que si soy buena y me porto bien me volverá a llevar otro día. Servidora muy agradecida.
Comentarios
Tu propio te cuida bastante bien, ¿no?. Pero tienes razón, en Madrid la gente está acostumbrada a ver de todo, y no se asustan por casi nada. Y nos lo pasamos muy bien saltando zanjas...
Enviado por: Cesar Tardaguila | Noviembre 20, 2005 11:35 PM
Que interesante crónica. ¿ y cuánto tiempo estuviste en Madrid ?, porque para hacer todas esas cosas, yo creo que un fin de semana se queda corto.
Enviado por: Javier Tardáguila | Noviembre 21, 2005 12:36 PM
me alegro de que te guste tanto!! los madrileños estamos tan acostumbrados a estar aquí que los fines de semana, en lugar de disfrutar de todo lo que ofrece la ciudad huimos a otras partes. ¡Gracias por recordarnos lo que tenemos!!
Enviado por: Marga | Marzo 15, 2007 11:11 AM