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La historia del jabón


Mi propio, a quien le gusta la Historia más que a un tonto un caramelo, ha estado ilustrándome sobre el origen del jabón y su “evolución”, a través del tiempo.

Dice mi propio que un grupo de arqueólogos encontraron en Mesopotamia unas tabletas de arcilla, que fecharon el el 3er milenio a.C., donde estaba anotada una receta para su fabricación, a base de una mezcla de potasa y aceite. Los restos de este producto más antiguos encontrados, se fechan alrededor del año 2800 a.C., fabricados a base de una mezcla de grasas hervidas con cenizas. Más tarde, los fenicios, hacia el 600 a.C., utilizaban el jabón en los textiles de lana y algodón, y en la preparación para hacer los paños, y fueron precisamente ellos los que trajeron la técnica a Europa.

Mi propio, en su afán de proporcionarme los máximos conocimientos arqueológicos sobre el tema, ha averiguado que el tratamiento de la grasa con el álcali se ha practicado en el Oriente Medio por lo menos durante 5000 años; los antiguos israelitas mezclaban las cenizas con el aceite y conseguían un producto para lavarse el cabello. Y cuentan que los egipcios, muy escrupulosos ellos con la higiene, hacían algo semejante. Hasta han encontrado los restos de una fábrica de jabón entre las ruinas de Pompeya, y eso que los antiguos romanos no nos han dejado constancia de que lo emplearan para su aseo personal, ya que se embadurnaban el cuerpo de aceite.

Cuenta una leyenda romana (¡Que cosas sabe mi propio!) que el jabón surgió espontáneamente al unirse, arrastrados por la lluvia, los restos de las grasas procedentes del sacrificio de animales del monte Sapo, con las cenizas de las maderas de los fuegos ceremoniales, con un resultado y propiedades que supieron luego aprovechar.

Lo de su uso para higiene personal parece ser que fue cosa de Galeno, muy limpito él, pero su efecto curativo contra las enfermedades ya lo comentaba Plinio el Viejo, quién pilló la fórmula de los galos, que hacían sus pastillas de jabón con sebo de las cabras y la ceniza de la haya (potasa), y que lo utilizaban como un tinte ¿?, y ungüento para el pelo. Para endurecer la mezcla la agregaban sal.

Ya con los romanos se expandió su fabricación y uso. Marsella, Génova y Venecia se convirtieron en centro de su comercio. En Francia, la artesanía local, donde era más difícil obtener aceite de oliva, recurrieron a las grasas de animales, e incluso de pescado. Eran de mala calidad, pero cumplían su cometido.

Y así, dice mi propio, que paso a paso, se fue experimentando añadiendo otros productos, con otras grasas, con otros aceites e incorporando colorantes, perfumes, etc, hasta llegar a hoy. ¿Interesante verdad?. Y es que, a veces, mi propio me asusta.

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Comentarios

Hay que ver cómo es tu propio....

hola sabes como es le proceso añadiendo alcohol? como y cuando se añada para conseguir transparencia con la receta de jabon a partir de aceite de oliva,
kike gracias
alicante

esta muy bien hecha la narracion del jabon es una de las mas completas que pude encontrar.

es el mejor tratado acerca de jabones que pude encontrar.

hola!!! marina , te envio cordial saludo, puedo ver que tu apellido es moro, asi tenemos algo en comun,yo soy ruvalcaba, arabe el origen,pero soy de mexico por nacimiento, te felicito por tu articulo del jabon,una pregunta? que quieres decir al utilizar la frase EL PROPIO? gracias. alberto

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